Participación política y lucha contra la corrupción. A propósito de los acuerdos de La Habana

Resumen

Pocas veces tiene el mundo académico la oportunidad de ser testigo de un proceso de paz y acompañar al devenir del mismo. Se puede argumentar, pretendiendo refutar esa afirmación, que la guerra es un estado habitual de la humanidad o que, como recoge más adelante Mauricio Uribe López, entre 1998 y 2012 acaecieron 26 procesos de paz en el mundo. Siendo ciertas ambas aseveraciones, la enorme complejidad de la sociedad internacional actual así como el incremento del número de los sistemas políticos bajo la forma, fundamentalmente, de Estados, acaecido en el último medio siglo, hacen que un proceso de paz sea un suceso relativamente poco frecuente. De hecho, en el último cuarto de siglo América Latina contemplaba hasta el momento presente únicamente dos. El hecho de que la guerra sea una condición permanente en la interrelación social y en la forma de dirimir los contenciosos existentes entre distintos grupos hace que tanto su origen, su desarrollo y su final merezcan la atención de la Ciencia Política contemporánea, más aún si ello acontece en el patio trasero de la casa de uno. Tal es así que el conflicto bélico, bajo la forma de guerra justa y los diferentes tipos de intervención son asunto central de la disciplina, como ha puesto de manifiesto Michael Walzer en sus numerosos escritos asumiendo, además, un compromiso cívico-académico humanitario indudable. El presente Cuaderno atiende a esa preocupación universitaria y a una inequívoca responsabilidad intelectual de quien se sabe que debe incardinarse con su comunidad. Compromiso que más que nunca es ineludible. Pero ello es llevado a cabo de una manera rigurosa pretendiendo estar presente en el debate, generar preguntas, animar la fecunda discusión, preludio de la acción, del decisionismo plebiscitario. La propuesta requiere una forma de actuación rigurosa para ampliar la mirada, desde una atalaya pluralista, a temas que son imprescindibles en la actualidad si de lo que se trata es de analizar el contexto, las repercusiones y los retos vinculados a un proceso extremadamente complejo. Como señala Adriana Ramírez Baracaldo la prédica electoral no es un mero tecnicismo de carácter básico para configurar la representación política sino una pieza clave de carácter institucional necesaria para fortalecer el pluralismo en el ámbito político-electoral. Esta primera evidencia se ve complementada con la relevancia prestada al papel de los medios de comunicación por parte de Camilo Tamayo Gómez quien vincula el papel de los mismos con un principio tan fundamental como es el reconocimiento en la línea de los trabajos imprescindibles de Axel Honneth. En una línea diferente, aunque siempre complementaria, David Suárez Tamayo aborda el significado de los puntos acordados en La Habana para responder a la pregunta de si implican verdaderas rupturas constitucionales-institucionales, o de si se trata de simples reformas y ajustes normativos a lo ya existente; una cuestión que retrotrae a la clásica discusión que contrapone la reforma a la ruptura y que levanta interrogantes inquietantes frente a una sociedad que, como señala Gustavo Duncan, tiene falencias derivadas de la brutal desigualdad que campea en el país en el seno de una sociedad civil atada por la economía subterránea. La sociedad civil, movilizada y organizada contra la corrupción, como señalan Alejandra Ríos Ramírez y Ana María Peralta Vélez, así como la recuperación por parte de la oposición de su papel político real, como evidencia Jorge Giraldo Ramírez, son colofones del panorama de asuntos abordados y que son ineludibles para ayudar a la causa abierta que quiere entender mejor el presente de Colombia y sentar las bases de un futuro promisorio y de razonable concordia.

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